miércoles, 13 de diciembre de 2017




INTERMEDIO 
Nueve  DÍAS
AQC.1.060


ENCUENTRO CON J.P. S, “CONFIADO”. 04

Respecto a nuestro amigo Jean Paul, debo expresar mi más simple y sincera opinión, con la esperanza de arrancar algún comentario positivo sobre este tan discutido y singular hombre.

Continué mi camino hacia la pensión, rumiando todo lo que, en tan poco tiempo, me había sucedido:

“Lamento rechazar las múltiples opiniones que, autores de alto prestigio, literario, social y religioso, se han manifestado y escrito, acerca de uno de los hombres más polémicos de nuestro tiempo, despechado, despreciado por todos, religiosa y socialmente, sin detenerse a considerar su soledad espiritual, su angustia y asco vital de asceta, y su búsqueda contemplativa y mística de su Fe, en un Dios que, a fuerza de ocultar su rostro, purifica nuestra alma, con la lejanía y el Amor oculto, con el que purifica y santifica a los que más quiere; …,”

En cierto momento, percibí que alguien me seguía, volví la mirada hacia mi espalda y, allí estaba Jean Paul.

“¿Deseaba algo, señor?” -le dije, con suma atención.

“No puedo perder la ocasión; es la primera vez que, en mi vida,  un sacerdote católico me trata con tanta comprensión como usted; ahora soy yo el que le ruega sus servicios espirituales; deseo confesar mis innumerables pecados y el perdón de los mismos.”

Terminamos nuestro paseo entrando en la catedral de Notre Dame y, entre la suave luz de una de sus capillas, se inclinó y puso de rodillas, agarró fuertemente mi sotana y rompió a llorar, como un niño, mientras manifestó su arrepentimiento, al tiempo que daba cuenta de lo que él creía pecados de toda su vida, finalizando con un simple “eso es todo, padre, ruego que me perdone en nombre de un dios en el que siempre he creído, a espalda de todos, y al que nunca he comprendido, pero al que jamás dejé de amar, a pesar de mi ceguera.” Y se echó otra vez a llorar, yo le envolví en mis brazos: “es usted un hijo preferido más del Padre, Creador e infinitamente Misericordioso”.

Para terminar, recordemos a esa Madre de los más pobres y marginados de este mundo, Santa Teresa de Calcuta, hoy ya declarada así, por la Iglesia, diciendo momentos antes de morir:

“Dios mío, si existes, perdona todos mis pecados.”

Nosotros, entre el regalo de la luz y la obscuridad de la Fe, seguimos buscando a Él, sumidos en la duda, pero confiados plenamente en el Amor y  Motor del Cosmos, en que habitamos, aunque sólo sea de forma pasajera.
Nueva visión.27 > Por primera vez en nuestra historia ibérica hispánica, se constata la libertad de pensar, expresar y actuar, que disfrutamos, siempre en la legalidad.
Nueva visión.28 > Si esta realidad no es la adecuada, ha llegado la hora de admitir la fecha de caducidad y la actualización, hecha por todos,  de nuestra Constitución

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