viernes, 12 de julio de 2013

A.Q.C., DCCCXV

Matián en la memoria, 15
Reportaje de un viaje:

Aunque tanto Ángel como yo, cargados con el peso de los años y la flaqueza de nuestros pies, bordeamos el Cerro, oliendo a “te de roca” y al mejor “tomillo medicinal” del mundo.
Durante todo el trayecto de subida, empezando por el inicio del barranco en su cruce con el  camino de Tarifa y Vertientes hasta el pie del Cerro, el recorrido ziszeante por la ladera oeste,  pasando al sur entre montones de piedras sueltas, base de las primitivas chabolas, entre cuyos  cimientos se pueden hallar cuchillos, puntas de lanza, amuletos y otros objetos de utilidad  doméstica de piedra tallada muy rudimentaria.; todo lo cual demuestra a cualquier conspicuo observador que su máxima primigenia  antigüedad se remonta a un grupo humano asentado en este solitario lugar antes que otras poblaciones de mayor desarrollo posterior.
Nuestra continua conversación consistió en una declaración de secretos que tienen su sito y ubicación en este privilegiado Cerro.
Finalizamos nuestro periplo en la cima, donde el día 10 de noviembre de 1.961, yo celebré mi sexta Santa Misa como Sacerdote, rodeado de todos los amigos y vecinos de los cortijos del entorno: La Bermeja, La Pilillas, La Parra, Santa Olalla, Matián, Venta Quemada, Vertientes y Malagón ; una Comunidad Mariana, en que una vitrina, portando una pequeña imagen de la Virgen de Fátima, recorría todos los hogares durante veinticuatro horas, mientras hubo vecinos en dichas cortijadas; hoy están del todo abandonadas, debido al cambio y modernización agrícola que dejó a todos sin trabajo.
Entre tantos otros corrió la misma suerte la aldea de Matián, donde hemos estado hoy.
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