Reportaje de un viaje:
Mientras nos acercamos a Cullar, vamos recordando un
viejo dicho sobre el Cerro de Jabalcón; un expresión miedosa popular, entre
exageración, respeto y admiración:
“Cuando Jabalcón tiene capa, ni Dios se escapa”.
Recogiendo un fenómeno métereologico mil veces
repetido; aunque no haya previsión de lluvia, si se forma una nube sobre la cima de este
Cerro, todos los agricultores y pastores del Altiplano saben que se formará una
tormenta, a veces de tremebundas consecuencias, por los daños que causa en ls cosechas,
personas y ganados; lo viví de pequeño muchas veces, especialmente en la siega y
trilla de verano.
A
las diez de la mañana llegamos al restaurante Vista Alegre de Cúllar, donde
desayunamos con
la Señorita Doña Pilar, antigua Profesora de mi Colegio en Madrid.
Unos
churros artesanos y un café con leche, que nos resultaron deliciosos.
Retomamos la autopista para dejarla al pasar Pulpíte,
subir la cuesta asfaltada, y tomar el camino de tierra hasta llegar a Matián; saludamos el
viejo molino de viento, ubicado de forma excepcional en esta aldea, como escapado de las
tierras manchegas por arte de magia; uno de los elementos que marcan un hito en esa historia oral que tanto nos admira y atrae.
Nos dirigimos directamente a la Capilla de San
Antonio, vestida de limpio, recién pintada para besar con reverencia y lágrimas emocionadas su
suelo y altar, donde hace Sesenta y Siete años yo recíbí la Primara Comunión, guiado por
la mano de Rosa la de Constante.
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