“Actualmente tengo 87 años, cumplidos en el pasado último noviembre.
Nací en un pequeño pueblo del
altiplano de Cúllar de Baza en la provincia andaluza de Granada.
Soy uno de aquellos miles de
niños que durante los años 1.937 -38, fuimos enviados a la Unión Soviética por
las autoridades republicanas y el Centro Nacional de la Infancia Evacuada,
creado a tal efecto por el Gobierno del Frente popular, para apartarnos de los
peligros y la situación de hambre y guerra civil española.
Recuerdo los llantos de mi
madre, mi padre estaba en el frente de batalla y no olvido el besito que di a
mi hermana recién nacida y a la que jamás volví a ver, pues murió antes de
volver yo a España el año 1956.
Recuerdo que mis padres se
habían trasladado a vivir en un barrio de Madrid, de donde fuí llevado por dos
señoritas de la Cruz Roja hasta Valencia; el viaje de Valencia a Rusia lo pasé
llorando y durmiendo; los doce años de entonces eran más que suficiente para
senttir el desgarre familiar y un viaje marcado por el hambre, el hacinamiento
casi animal de tantos niños y niñas tirados sobre el suelo de paja de los
vagones, que terminó empapado de caca y pis nauseabundo.
Ha sabido más tarde que el
total de niños/niñas españoles de la primera expedición de ese día 21 de marzo
de 1.937 éramos 72; después hubo muchos más enviados a Rusia y a otros países,
como Francia, Bélgica, Reino
Unido, Dinamarca, etc.
En Rusia fiemos muy bien
recibidos y atendidos hasta que también llegaron a Rusia los efectos
catastróficos de la Segunda Guerra Mundial, lo que supuso un tiempo duro de
soportar en plena juventud.
Después de trabajar varios
años, me enamoré de una chica española, también evacuada e hija de la guerra,
con la que he tenido tres hijo y dos hijas y dos hijas que nos han colmado de
felicidad; tres de ellos se quedaron a vivir en Rusia y dos volvieron a España
en los años sesenta.
Vivir bajo regímenes
dictatoriales, sean sociales, políticos, económicos o religiosos, es lo peor
que me ha tocado vivir, también confieso que esa experiencia me permite ahora
disfrutar la situación democrática que tenemos en España.
La crisis que nos aqueja, no me
afecta tanto debido a la pensión de que dispongo por mi actividad laboral en
Rusia y en España; pero contemplar a todo nuestro país sumido en esta
la falta de trabajo y medios
de subsistencia elemental, me angustia sobremanera.
He animado a un hijo de aquella
nuestra tierra del Altiplano de Cullar Baza que he conocido en la capital de
España a plantear la fundación de un Comedor Social Gratuito para aliviar el
hambre de tantas gentes que ya no dan más de si y no tienen ni para comer.
Dedicaré los años que me
queden de vida a colaborar personalmente con mi paisano en el funcionamiento
del Comedor Gratuito como voluntario; dispongo de todo el tiempo del mundo,
buena salud y ganas de consagrar las fuerzas que me quedan a hacer el bien a
los que lo necesitan más que yo.
Murió mi esposa hace dos años
y mis hijos y nietos están todos bien situados; me basta con verles de vez en
cuando y reunirnos dos veces al año para conmemorar dos fiestas familiares
desde siempre, Navidad y Semana Santa.
Animo a todos los que tengan
tiempo a dedicar sus horas libres a vivir la alegría de regalar y compartir sus
energías entre las personas tristes de su entorno.”
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