jueves, 3 de enero de 2013

OMPULSOS, VIII

Tras el telón de acero:

“Actualmente tengo 87  años,  cumplidos en el pasado último noviembre.
Nací en un pequeño pueblo del altiplano de Cúllar de Baza en la provincia andaluza de Granada.
Soy uno de aquellos miles de niños que durante los años 1.937 -38, fuimos enviados a la Unión Soviética por las autoridades republicanas y el Centro Nacional de la Infancia Evacuada, creado a tal efecto por el Gobierno del Frente popular, para apartarnos de los peligros y la situación de hambre y guerra civil española.
Recuerdo los llantos de mi madre, mi padre estaba en el frente de batalla y no olvido el besito que di a mi hermana recién nacida y a la que jamás volví a ver, pues murió antes de volver yo a España el año 1956.
Recuerdo que mis padres se habían trasladado a vivir en un barrio de Madrid, de donde fuí llevado por dos señoritas de la Cruz Roja hasta Valencia; el viaje de Valencia a Rusia lo pasé llorando y durmiendo; los doce años de entonces eran más que suficiente para senttir el desgarre familiar y un viaje marcado por el hambre, el hacinamiento casi animal de tantos niños y niñas tirados sobre el suelo de paja de los vagones, que terminó empapado de caca y pis nauseabundo.
Ha sabido más tarde que el total de niños/niñas españoles de la primera expedición de ese día 21 de marzo de 1.937 éramos 72; después hubo muchos más enviados a Rusia y a otros países, como Francia, Bélgica,  Reino Unido, Dinamarca, etc.
En Rusia fiemos muy bien recibidos y atendidos hasta que también llegaron a Rusia los efectos catastróficos de la Segunda Guerra Mundial, lo que supuso un tiempo duro de soportar en plena juventud.
Después de trabajar varios años, me enamoré de una chica española, también evacuada e hija de la guerra, con la que he tenido tres hijo y dos hijas y dos hijas que nos han colmado de felicidad; tres de ellos se quedaron a vivir en Rusia y dos volvieron a España en los años sesenta.
Vivir bajo regímenes dictatoriales, sean sociales, políticos, económicos o religiosos, es lo peor que me ha tocado vivir, también confieso que esa experiencia me permite ahora disfrutar la situación democrática que tenemos en España.
La crisis que nos aqueja, no me afecta tanto debido a la pensión de que dispongo por mi actividad laboral en Rusia y en España; pero contemplar a todo nuestro país sumido en esta
la falta de trabajo y medios de subsistencia elemental, me angustia sobremanera.
He animado a un hijo de aquella nuestra tierra del Altiplano de Cullar Baza que he conocido en la capital de España a plantear la fundación de un Comedor Social Gratuito para aliviar el hambre de tantas gentes que ya no dan más de si y no tienen ni para comer.
Dedicaré los años que me queden de vida a colaborar personalmente con mi paisano en el funcionamiento del Comedor Gratuito como voluntario; dispongo de todo el tiempo del mundo, buena salud y ganas de consagrar las fuerzas que me quedan a hacer el bien a los que lo necesitan más que yo.
Murió mi esposa hace dos años y mis hijos y nietos están todos bien situados; me basta con verles de vez en cuando y reunirnos dos veces al año para conmemorar dos fiestas familiares desde siempre, Navidad y Semana Santa.
Animo a todos los que tengan tiempo a dedicar sus horas libres a vivir la alegría de regalar y compartir sus energías entre las personas tristes de su entorno.”

Nos parece loable que un anciano disfrute de los impulsos de un corazón tan joven.
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