viernes, 4 de enero de 2013

IMPULSOS, IX: Último habiatane

...  de un pueblo:

“Nací en este pueblo de la Sierra madrileña hace 93 años; aquí crecí, trabajé, me enamoré, contraje matrimonio con una joven, natural de un pueblo vecino; tuvimos cinco hijos; enterré a mi esposa cuando falleció con sólo 47 años, casé a todos mis hijos que me han dado el gran regalo  de 18 nietos, una docena de biznietos y 4 tataranietos.
 El año del Señor de 1.919, en este bello pueblecito vivían veinte vecinos que sumaban entre pequeños y grandes sumábamos 164 habitantes y teníamos  cura propio que vivía ahí, en esa casita al lado de la Iglesia parroquial; los domingos todos oíamos Misa y confesábamos una vez al año y cumplíamos con Pascua Florida.
Yo ejercí de Alcalde durante más de 70 años; en este pueblo jamás se produjo delito alguno, ni grave ni leve; durante tantos años no hubo peleas entre vecinos, ni robos, ni divorcios y nunca se celebró juicio alguno sobre persona alguno del municipio.
En los años de la guerra civil aquí no nos enteramos de nada; cada uno andábamos en nuestros quehaceres; nadie nos molestó ni molestamos a nadie.
A partir del año 1.960, las cosas comenzaron a cambiar; empezaron a marcharse los jóvenes y algunos matrimonios, buscando otro ambiente y con intención de mejorar sus condiciones de vida, adelantos, diversiones y trabajos más rentables y menos penosos; aquí, ya se sabe, arar la poca tierra laborable, cortar leña para encender lumbre en los inviernos y el horno del pan, guardar el ganado, ovejas, cabras, gallinas  y alguna vaca.
Tras la muerte del Dictador Francisco Franco, nos visitaron los partidos políticos alguna vez, pero comprendiendo que aquí no tenían mucho futuro, dejaron de molestar al pueblo y no volvieron más; si buscaban votos y dinero aquí no lo encontraron.
Empezaron a llegar algunas gentes de la Capital, interesándose por casas viejas y trozos de tierra para construirse una casita de campo para pasar los fines de semana y vacaciones en plena naturaleza; en menos de diez años, en 1.998, todos los antiguos vecinos se habían empadronado de otros municipios, los advenedizos no se daban de alta en este ayuntamiento y sólo quedaba un ciudadano oficialmente en el pueblo.
Ese ciudadano era yo.
Nadie se hubiera enterado de ello, si no hubiese llegado un día en que la televisión vino por estos andurriales, tomaron fotografías de todos los rincones y alrededores, me hicieron una entrevista, que la ví al siguiente día en un bar del pueblo de al lado.
Durante algunos meses se acercaron cientos de coches y gentes para comprobar el verdad de los hechos y deshechos de un pueblecito cuya historia finaliza su andadura humana y que morirá conmigo , cuando yo me muera, porque jamás me marcharé de aquí a no ser al Cielo.
Me gustaría hacer saber a todo el que lea estas mis pobres palabras que:
puede haber muchas diversiones, riqueza, lujo, cultura, monumentos, paisajes, placeres, ruido, hoteles, parques, cines, restaurantes, cruceros, aviones, grandes edificios, fiestas, grandes espectáculos de todo tipo y tantas cosas más que desconozco; muchísimo más...
pero que yo nunca cambiaría eso por el sosiego, la tranquilidad, la amistad, la honradez, la paz interior y exterior, la cercanía de Dios en nuestras vidas, el cariño de un pueblo pequeño, sí, pero con una comunidad de vecinos que han sabido compartir lo más hermoso y glorioso de que se puede disfrutar en este mundo: la libertad en su más alto grado.”

Con mi silencio, firmo y sello sus sabias palabras.  (4/1/12)
 ... +


No hay comentarios:

Publicar un comentario