miércoles, 2 de enero de 2013

IMPILSOS, VII

Un cheque en blanco:

“He sido fundador, Director y Titular de tres  Centros de Educación durante más de cincuenta años.
En ese periodo de mi vida he pasado por todas las situaciones posibles dentro de la normalidad en un colectivo amplio de las personas intervienen en la formación de  una infancia, niñas y niños que, con el paso de los años se convierten en Forjadores de familias, agentes laborales, sociales, políticos y religiosos, algo así como la sal y fermento de nuevas generaciones en la continua y renovada sociedad humana.
Iniciativa privada gestora de la actividad educativa en la aplicación de las Leyes y vigilancia del Gobierno del momento de las sucesivas formaciones políticas del país.
Culminación de ilusiones humanas de unos hombres y mujeres como técnicos y realizadores directos profesionales de la actividad educativa.
Padres de familia que, eligiendo el centro según criterios de convivencia, desean lo mejor para el crecimiento y desarrollo personal de sus hijos.
Un miembro de la comunidad que arriesga dinero, responsabilidad, metas e ideales en función de llevar a cabo un proyecto de mejora y logro educativo en mundo complejo, difícil y necesitado gentes rectas, honradas y generosas.
Una orquesta de capacidades coordinadas en tiempo, espacio y velocidad capaces de un continuo equilibrio del que resulte una sinfonía agradable y unas consecuencias benéficas para todos.
En ese conciertos de buenas intenciones, siempre hay un despistado que toca una cuerda, un registro o golpe equivocado y tira por tierra la atención y el esfuerzo de los demás.
Un día llega a mi despacho un padre de familia cuyos hijos han sido alumnos del centro y están siguiendo formación superior; ahora es el padre el tiene un problema: se encuentra trabajando en una empresa oficial a la que tuvo acceso por el camino del enchufe y la buena, o mala, amistad un “influyente colaborador”, que abundan tanto en la sociedad; han cambiado las Leyes laborales y para ocupar el puesto de nuestro padre de familia se precisa la posesión de un título de formación imprescindible, que él no tiene.
“Mire, señor Director, tengo mucho que agradecerle; bajo su autoridad moral y educativa mis hijos están hoy en la Universidad y espero que lleguen  a ser algo en la vida; hoy le pido algo personal: necesito que usted me consiga este Título que necesito para continuar ejerciendo mi trabajo, en el que llevo más de veinte años, no puedo perderlo y mi futuro está en sus manos” – fueron las palabras angustiadas de este hombre.
Él sabía, y yo también, que eso era verdad; me bastaba con hacer un expediente rutinario ante el Ministerio de Educación y todo resuelto; pero también sabíamos que tal “facilón” procedimiento era ilegal; una actuación que se repite cada vez que el gestor que lo hace es un corrupto, sea cual sea la forma de llevarlo a cabo.
Hice lo que tenía que:
“Amigo, el favor que usted me solicita tiene un proceso normal; usted se matricula como alumnos en la clase de Adultos, estudia los temas programado, se examina y obtiene el Título correspondiente una vez superadas las pruebas adecuadas, y todos contentos.”
Debió pensar que yo estaba interesado en el cobro de matrícula y el importe de su asistencia a las clases de capacitación de Adultos; el tema se podría solucionar de otra manera, pues él disponía de fondos bancarios suficientes para comprarme el favor a cualquier precio.
Su respuesta fue tan sencilla como sacar la chequera, estampar su firma y entregarme un cheque bancario diciéndome: “la cantidad la pone usted.” Se levantó y se marchó.
Aún conservo dicho cheque en blanco y firmado, símbolo de los sucios corruptos de este mundo.
Jamás llegué a cobrarlo; hoy me siento orgulloso de ello.”
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