Un Alumno con dignidad , 2
Durante
la tarde, tuvimos las clases según la programación con los otros distintos
Profesores, como si nada hubiera sucedido.
Cuando
el colegio quedó vacío de alumnos:
El
Director nos invitó a unas palmeras dulces:
“Para
que no caigamos en el ocioso aburrimiento, cuando consumamos estos ricos dulces
dedicaremos el tiempo para hacer los deberes de mañana, si alguno necesita
ayuda, le ayudaré yo mismo; luego cenaremos nuestra rica comida y tomaremos un
vaso de leche; si alguno precisa más agua y pan, que lo pida; tengo reservas.”
Antes
de echarnos a dormir, dedicamos la velada a contar chistes y otras ocurrencias,
como contar cuentos u otras historias particulares de nuestra vida.
De
todo lo que se habló, recuerdo un chiste de una de las compañeras:
“Llegaron
al aula los alumnos y la Profesora advirtió que encima de su mesa habían
colocado una caca como el sombrero de un “picaor”.
La
Profesora propuso que todos cerraran los ojos y que el culpable escribiese su
nombre en la pizarra.
Se
oyeron unos pasitos, “tin,tan, tin,tan,” y el chasquido de la tiza sobre el
encerado y la vuelta a su pupitre del listo
insurrecto.
Cuando
todos abrieron los ojos había un
letrero que decía:
“EL
CAGADOR JUSTICIERO ATACA DE NUEVO”
Al
día siguiente por la tarde supimos por boca del Director que podíamos volver a
casa, porque ya sabía el nombre del “Meador” justiciero, con una pequeña
diferencia: no había sido uno, si no dos; nombres que nunca supimos dado el
“sigilo sacramental” de nuestro Director y Profesor.
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