viernes, 11 de enero de 2013

IMPULSOS, XI, 2


Un Alumno con dignidad , 2

Durante la tarde, tuvimos las clases según la programación con los otros distintos Profesores, como si nada hubiera sucedido.
Cuando el colegio quedó vacío de alumnos:
El Director nos invitó a unas palmeras dulces:
“Para que no caigamos en el ocioso aburrimiento, cuando consumamos estos ricos dulces dedicaremos el tiempo para hacer los deberes de mañana, si alguno necesita ayuda, le ayudaré yo mismo; luego cenaremos nuestra rica comida y tomaremos un vaso de leche; si alguno precisa más agua y pan, que lo pida; tengo reservas.”
Antes de echarnos a dormir, dedicamos la velada a contar chistes y otras ocurrencias, como contar cuentos u otras historias particulares de nuestra vida.
De todo lo que se habló, recuerdo un chiste de una de las compañeras:
“Llegaron al aula los alumnos y la Profesora advirtió que encima de su mesa habían colocado una caca como el sombrero de un “picaor”.
La Profesora propuso que todos cerraran los ojos y que el culpable escribiese su nombre en la pizarra.
Se oyeron unos pasitos, “tin,tan, tin,tan,” y el chasquido de la tiza sobre el encerado y la vuelta a su pupitre del listo  insurrecto.
Cuando todos abrieron los ojos había  un letrero que decía:

“EL CAGADOR JUSTICIERO ATACA DE NUEVO”

Al día siguiente por la tarde supimos por boca del Director que podíamos volver a casa, porque ya sabía el nombre del “Meador” justiciero, con una pequeña diferencia: no había sido uno, si no dos; nombres que nunca supimos dado el “sigilo sacramental” de nuestro Director y Profesor.

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