Ella le vio nacer
en la humildad y la pobreza,
entre los más pobres y
humildes
de este humilde y pobre
hogar.
Ella le contempló,
silenciosa y asombrada,
como este niño prodigio,
y
rebelde,
crecía, jugaba y reía,
trabajaba, sufría y se
inmolaba,
como un héroe sir rival y
valentía.
Ella le tuvo muerto entre sus
brazos
cuando los enemigos,
por envidia,
le ultrajaron hasta la muerte
misma.
Ella calló siempre,
sufrió siempre
y siempre amó
como madre, esposa y
confidente.
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