jueves, 14 de julio de 2016

Diálogos en el Vaticano, 54. AQC. 936.



“Pero, es que yo no estoy en contra del Celibato – repuse - ; yo estoy de acuerdo con que libremente todos los que deseen elijan ser célibes, y lo sean de verdad; pero que no se obligue a todos los que tengan vocación de ser Sacerdotes, porque Dios los ha llamado, tengan que ser por fuerza célibes, cuando Dios no los ha llamado para ello; si se hubiera procedido como al principio, hubiéramos  evitado muchos sacrilegios y sufrimientos a la Iglesia y a millones de personas.”

“Habla usted como muchos enemigos de la Iglesia – afirmó un miembro del Tribunal –; culpa usted a la Santa Sede de ser la causa de todos esos pecados por el quebranto del Voto de Castidad”.

Yo respondí:

“En primer lugar, todos los Sacerdotes Seculares Diocesanos,  no tenemos  Voto de Castidad, como usted bien sabe; sólo tenemos un compromiso legal de no atentar Matrimonio, si no obtenemos antes la oportuna Dispensa de dicho compromiso; en segundo lugar, yo mantengo que no he culpado todavía a nadie de nada.

La culpa de esos pecados y sacrilegios no la tiene nadie, sino los propios hombres que se sometieron a unas leyes, tan irracionales, que se hicieron en momentos aciagos y atormentados de la Historia, y por diversos motivos inconfesables de egoísmos y abusos de autoridad, como  todos sabemos muy bien.

Abrazar la Ley del Celibato debe ser libre de verdad y no como “conditio sine qua non”, por la que muchos hombres de vocación sacerdotal han soportado tal condición, viéndose avocados a una vida de “quemados”, en el lenguaje de San Pablo:

“el que se casa hace bien, el que no se casa (por amor del Reino de los Cielos), hace mejor...Pero...

”es mejor casarse que abrasarse”.

O es que YA NO VALE la enseñanza y práctica EVIDENTE de Jesucristo, al
escoger y llamar a quienes Él quiso, solteros y casados; la práctica y toda la doctrina de los Apóstoles, y/o los Santos Padres, durante toda la Tradición básica, por antonomasia, del verdadero, auténtico y primitivo  Cristianismo?”
…….

“Quiero dejar clara la idea central de esta Tesis teológica sobre la evidente posibilidad, a la luz de la Revelación, El Antiguo y Nuevo Testamento, la Patrística, la Tradición, los Concilios, los más ilustres Teólogos y muy especialmente el Concilio Vaticano II en nuestros días, de actualizar la Ley del Celibato en lo que se refiere a Sacerdotes diocesanos seculares y a todos aquellos que no viven en una Comunidad permanente de vida religiosa, puedan con plena libertad elegir la opción de vivir célibes o vivir en compañía de su esposa e hijos, con la condición de sobrevivir con otros medios económicos laborales distintos de los Sacramentos y servicios religiosos a los fieles, de forma que, ningún bien material de la Iglesia, propiedad de los propios fieles, pueda pasar por herencia u otro medio a sus posibles herederos”.

Cuando terminé de hablar, los miembros del Jurado, tuvieron un gesto que me dejó mosqueado y perplejo, pues dudé de su sinceridad: los cuatro se pusieron a aplaudirme;
         
¿Eran sinceros o se estaban burlando de mi?

Por primera vez los encontré relajados; habían entrado en una línea humana y religiosa de cordialidad y como dando por supuesto mi postura eclesial y lejos de unas sospechosas opiniones extraviadas o contrarias al sentir de la Iglesia; el P. José María Carda, me manifestó su forma de ver respecto a las preguntas y mis respuestas, cuando amablemente me dijo:

“Creo, Pedro,  que se han convencido de que están frente a un hombre sincero y bueno; saben lo que quieres y necesitas y han dejado a un lado sus dudas sobre tu ortodoxia  teológica; se te nota por encima del pelo, el amor que le tienes a la Iglesia y tu fidelidad al Evangelio y a la recta Doctrina de la Iglesia; creo que no te van a molestar más por este camino”.
…….

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