“Pero, es que yo no
estoy en contra del Celibato – repuse - ; yo estoy de acuerdo con que
libremente todos los que deseen elijan ser célibes, y lo sean de verdad; pero
que no se obligue a todos los que tengan vocación de ser Sacerdotes, porque
Dios los ha llamado, tengan que ser por fuerza célibes, cuando Dios no los ha
llamado para ello; si se hubiera procedido como al principio, hubiéramos evitado muchos sacrilegios y sufrimientos a
la Iglesia y a millones de personas.”
“Habla usted como
muchos enemigos de la Iglesia – afirmó un miembro del Tribunal –; culpa usted a
la Santa Sede de ser la causa de todos esos pecados por el quebranto del Voto
de Castidad”.
Yo respondí:
“En primer lugar,
todos los Sacerdotes Seculares Diocesanos,
no tenemos Voto de Castidad, como
usted bien sabe; sólo tenemos un compromiso legal de no atentar Matrimonio, si
no obtenemos antes la oportuna Dispensa de dicho compromiso; en segundo lugar,
yo mantengo que no he culpado todavía a nadie de nada.
La
culpa de esos pecados y sacrilegios no la tiene nadie, sino los propios hombres
que se sometieron a unas leyes, tan irracionales, que se hicieron en momentos
aciagos y atormentados de la Historia, y por diversos motivos inconfesables de
egoísmos y abusos de autoridad, como todos sabemos muy bien.
Abrazar
la Ley del Celibato debe ser libre de verdad y no como “conditio sine qua non”,
por la que muchos hombres de vocación sacerdotal han soportado tal condición,
viéndose avocados a una vida de “quemados”, en el lenguaje de San Pablo:
“el que se casa hace
bien, el que no se casa (por amor del Reino de los Cielos), hace
mejor...Pero...
”es mejor casarse que
abrasarse”.
O es que YA NO VALE la
enseñanza y práctica EVIDENTE de Jesucristo, al
escoger y llamar a
quienes Él quiso, solteros y casados; la práctica y toda la doctrina de los
Apóstoles, y/o los Santos Padres, durante toda la Tradición básica, por
antonomasia, del verdadero, auténtico y primitivo Cristianismo?”
…….
“Quiero
dejar clara la idea central de esta Tesis teológica sobre la evidente
posibilidad, a la luz de la Revelación, El Antiguo y Nuevo Testamento, la
Patrística, la Tradición, los Concilios, los más ilustres Teólogos y muy
especialmente el Concilio Vaticano II en nuestros días, de actualizar la Ley
del Celibato en lo que se refiere a Sacerdotes diocesanos seculares y a todos
aquellos que no viven en una Comunidad permanente de vida religiosa, puedan con
plena libertad elegir la opción de vivir célibes o vivir en compañía de su
esposa e hijos, con la condición de sobrevivir con otros medios económicos
laborales distintos de los Sacramentos y servicios religiosos a los fieles, de
forma que, ningún bien material de la Iglesia, propiedad de los propios fieles,
pueda pasar por herencia u otro medio a sus posibles herederos”.
Cuando terminé de
hablar, los miembros del Jurado, tuvieron un gesto que me dejó mosqueado y perplejo,
pues dudé de su sinceridad: los cuatro se pusieron a aplaudirme;
¿Eran sinceros o se
estaban burlando de mi?
Por primera vez los
encontré relajados; habían entrado en una línea humana y religiosa de
cordialidad y como dando por supuesto mi postura eclesial y lejos de unas
sospechosas opiniones extraviadas o contrarias al sentir de la Iglesia; el P.
José María Carda, me manifestó su forma de ver respecto a las preguntas y mis
respuestas, cuando amablemente me dijo:
“Creo, Pedro, que se han convencido de que están frente a
un hombre sincero y bueno; saben lo que quieres y necesitas y han dejado a un
lado sus dudas sobre tu ortodoxia
teológica; se te nota por encima del pelo, el amor que le tienes a la
Iglesia y tu fidelidad al Evangelio y a la recta Doctrina de la Iglesia; creo
que no te van a molestar más por este camino”.
…….
No hay comentarios:
Publicar un comentario