Cuando terminó, me
levanté, alcé la voz y la cartera de mano que portaba, a más altura de mi
cabeza, bajando luego di un tremendo “carterazo”
sobre la propia mesa de la Congregación, no tan Sagrada, y dije enfurecido:
“Desde
que tenía catorce años, en que leí la vida de Santa María Goretti, he sido
castamente virgen por amor a Jesucristo mi Redentor; llego a Roma, con el
corazón abierto, para pedir la comprensión y la sensibilidad de mi Madre la
Iglesia, por la que estoy dispuesto a dar la vida, si fuera necesario,
Y
¿QUÉ ME ENCUENTRO?
Unos cansados y
desgraciados “falsos hijos de una
iglesia desconocida para mi y
a unos hermanos que no reconozco como
míos”, porque me quieren condenar a vivir toda la vida en pecado, viviendo
impúdicamente con una mujer, sin haber siquiera, PREVIAMENTE, contraído Matrimonio Cristiano, como es nuestro deseo:
“Siento vergüenza por
los hombres de una “iglesia ramera y mala madre”, y que no es mi Madre Iglesia
Católica de siempre.
He puesto siempre mi
confianza y he confesado mis múltiples pecados con la firme esperanza de ser
perdonado.
Ustedes me han
decepcionado.
Me niego a seguir
dialogando más con ustedes, a quienes, con todo dolor lo digo, ya no les puedo mirar
como hermanos, sino como “hermanastros”, y, aunque siento pena al decirlo, de
los peores; no esperaba tanto cinismo acumulado.
¡De verdad, créanme! Lo
siento.
Perdonen la molestia,
porque yo no soy capaz de tener tanta
mala intención.
No
deseo, ni puedo, ni tmpoco quiero,
seguir hablando con ninguno de ustedes.”
“Cálmese, señor
Tortosa – dijo (¿avergonzado?) el Presidente –; no era mi intención el ofender su sensibilidad;
pero puedo asegurarle que así viven altos Jerarcas de la Iglesia”...
…….
No hay comentarios:
Publicar un comentario