miércoles, 20 de julio de 2016

Diálogos en el Vaticano, 57. AQC. 939.


Cuando terminó, me levanté, alcé la voz y la cartera de mano que portaba, a más altura de mi cabeza, bajando luego di  un tremendo “carterazo” sobre la propia mesa de la Congregación, no tan Sagrada, y dije enfurecido:

“Desde que tenía catorce años, en que leí la vida de Santa María Goretti, he sido castamente virgen por amor a Jesucristo mi Redentor; llego a Roma, con el corazón abierto, para pedir la comprensión y la sensibilidad de mi Madre la Iglesia, por la que estoy dispuesto a dar la vida, si fuera necesario,

Y ¿QUÉ ME ENCUENTRO?

Unos cansados y desgraciados “falsos hijos de una  iglesia desconocida para mi  y a  unos hermanos que no reconozco como míos”, porque me quieren condenar a vivir toda la vida en pecado, viviendo impúdicamente con una mujer, sin haber siquiera, PREVIAMENTE,  contraído Matrimonio Cristiano,  como es nuestro deseo:

“Siento vergüenza por los hombres de una “iglesia ramera y mala madre”, y que no es mi Madre Iglesia Católica de siempre.

He puesto siempre mi confianza y he confesado mis múltiples pecados con la firme esperanza de ser perdonado.

Ustedes me han decepcionado.

Me niego a seguir dialogando más con ustedes, a quienes, con todo dolor lo digo, ya no les puedo mirar como hermanos, sino como “hermanastros”, y, aunque siento pena al decirlo, de los peores; no esperaba tanto cinismo acumulado.

¡De verdad, créanme! Lo siento.

Perdonen la molestia, porque  yo no soy capaz de tener tanta mala intención.

No deseo, ni puedo,  ni tmpoco quiero, seguir hablando con ninguno de ustedes.”

“Cálmese, señor Tortosa – dijo (¿avergonzado?) el Presidente –; no  era mi intención el ofender su sensibilidad; pero puedo asegurarle que así viven altos Jerarcas de la Iglesia”...
…….

No hay comentarios:

Publicar un comentario