San Pedro “in Vçincilis”,
“ad vincula” = “en cadenas” = San Pedro
en cadenas o encadenado; al entrar en esta Basílica romana, uno tiene la rara
sensación de perder la materialidad corporal para flotar en una especie de súper existencia etérea, espiritual y mágica;
acercarse a la urna que guarda las cadenas con las que estuvo atado el santo Apóstol
Pedro, te infunde el valor de la vida y de la muerte, cuando te ilumina la fiel
lámpara de la Fe; cuando das la vuelta hacia tu izquierda y te vas
acercando al Mausoleo del gran Papa
Julio II, donde además de su restos están depositados sus manuscritos, te
tiemblan las piernas y te da vueltas lo que te queda de cabeza.
Conforme te aproximas
a la tumba papal, se te viene encima la más bella, la más fabulosa,
impresionante y famosa de las estatuas realizadas por manos humanas; quedarme, de pronto, petrificado ante la
mirada, los gestos, los cabellas, las arterias y las venas bajo la piel
marmolea del Moisés, al que su gran creador, Miguel Ángel, mientras le
golpeaba en la frente, dijo:·
“PARLA”, HABLA.
Sólo eso le faltaba a
la figura perfecta que acababa de realizar por el encargo expreso del Papa; una
espina se clava en el alma al considerar que Julio II había muerto dos años
antes (1513) y no pudo llegar a ver la colosal obra y única del mayor escultor
de la Historia, mientras no se demuestre lo
contrario.
Había
agotado el tiempo y también mis fuerzas con un recorrido tan intenso y tan
fuerte en emociones espirituales y artíst6icas; tras comer dos ricas pizzas y un tinto italiano,
terminando con un gran vaso de leche caliente, me retiré a soñar y revivir uno
de los días más vibrantes de mi vida.
Día tercero
Visitas sin orden
establecido
Me levanté sobre las
diez de la mañana, desayuné en el Hotel y, cruzando a pie desde la Plaza del
Quirinal bajé hasta la Piazza Navonna, en que tanto hay que ver, admirar y
aprender:
…….
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