lunes, 18 de julio de 2016

Diálogos en el Vaticano, 56. AQC. 938.


Tampoco me equivoqué esta vez; lo supe cuando, ya que estábamos sentados en la sala, para llevar a cabo el tercer Diálogo, ocurrió lo siguiente:

DIÁLOGO TERCERO

Todo es cuestión de PALABRAS, y algo más.

“Creo que estamos en el buen camino  - dijo el Presidente -;  podíamos avanzar más rápido, si usted acepta el cambio de algunas palabras que encierran cierta ambigüedad; aunque usted explicó muy bien su decidido pensamiento sobre la posibilidad de ejercer el sacerdocio desde la vida matrimonial, no queda del todo clara la postura y respuesta de la Santa Sede, si se procediera a plantearlo oficialmente; usted lo hace en esta solicitud; ¿no le parece?”

“Si yo cambio el texto de este escrito, tiraría por tierra todo el contenido y objetivos de la propia Tesis; queda bien sentado que, teológicamente hablando, se podría proceder a tal respuesta de la Autoridad papal o/y de la Santa Sede, autorizando el ejercicio opcional deseado del Sacerdocio y el Matrimonio; lo que sigue estando dudoso es el procedimiento y decisiones que tomen a este respecto el Papa y la Sede Vaticana; y es esto y no la Solicitud, lo que está en juego, y tal decisión no depende de mi; cualquier decisión para mi será tan válida como mi sincera actitud de obedecer; y esto, se los juro y prometo; está totalmente garantizado por mi presencia y sumisión a nuestra Madre la Iglesia .”
…….

Según parece - repuso el Presidente – es su última palabra en este tema; sería una pena que fuera su actitud personal la que motivara la negativa de la Santa Sede  a su Solicitud de la Dispensa del Celibato, por unos simples motivos íntegramente teológicos”.

“Yo sufriría una decepción por ello; pero, aunque resultara ser víctima de una injusticia así, me sentiría dichoso de ser, como siempre, un fiel defensor y servidor de la verdad – añadí con total convicción.”

Y ellos así lo entendieron.

Intervino de nuevo el Presidente :

“¿Por qué no renuncia a presentar solicitud alguna y continuar su vida sacerdotal con la normalidad que lo ha hecho hasta ahora; la Iglesia le otorgaría un nombramiento jerárquico superior, y, de esta forma, todo quedaría arreglado?”

Confieso que, en ese momento, me sentí ofendido, pero no comprendí hasta dónde podrían llegar sus verdaderas intenciones.

Me atreví a responder:

“Usted quizá no ha experimentado ni  sabe lo que siente un hombre, aún siendo Sacerdote, cuando ha dado su palabra a una mujer; debe respetarla hasta el punto de sacrificarse a sí mismo, antes de traicionarla; esto, en términos generales, porque si  además  existe un puro amor verdadero, interviene entonces la fidelidad suprema que todo un hombre debe a una mujer y viceversa”.

El Presidente presentaba – percibí claramente– un cierto aire de prepotencia clerical, mezclada con un nerviosismo natural, no ausente de intención diabólica. Ante la mirada baja de sus compañeros de mesa, dijo algo tan indigno de un cristiano que hasta yo sentí vergüenza ajena al oírle:

”En el caso de que usted esté enamorado de una mujer, que me parece ser su situación, no habría problema alguno – siguió diciendo el Presidente -; usted podría hacerse acompañar de ella, figurando como una hermana, como sobrina o simplemente como ama de llaves; y aquí, entre nosotros, todo se quedaría arreglado para siempre”.
…….

No hay comentarios:

Publicar un comentario