Estamos perplejos ante el desequilibrio entre
los ingresos que se reciben y los gastos que se raelizan en la vida de los
individuos, de las familias, instituciones
Municipios, Comunidades y en los mismos medios
estatales.
Se han echado en olvido los entrañables
criterios y las “Cuentas de la
vieja”:
“Si gasto más de lo que gano, cada día que pasa
soy un poco más pobre; solución, no gastar jamás más de lo que gano; así cada
día soy un poco más rica.”
Hemos asistido en estos últimos sesenta años a
un deterioro permanente en la forma y en el fondo de administrar el poder, la
economía, las costumbres y la
conducta personal y social.
Las dos guerras mundiales de la primera mitad
del siglo pasado, y las continuas imnumerables guerras y guerrillas
nacionales engendraron tanto
sufrimiento y tanto tiempo perdido que, en la medida que las sociedades
modernas han visto un respiro, se han dado a “vivir alegrmente”, olvidar las penas
sufridas y disfrutar a lo grande, olvidando tambien la vieja costumbre de
“guardar siempre algo para mañana.”
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