lunes, 31 de diciembre de 2012

IMPULSIOS, V

Pobreza y Generosidad:

“En un pueblo de Jaén, vivimos desde los años treinta del pasado siglo con mi madre viuda; allí pasamos la guerra civil española del 1936 al 1939; mi madre apenas podía darnos de comer algo más que unas cortezas fritas de patatas, consolándonos diciéndonos que eran boquerones; las comíamos con verdadero gusto.
Ocurrió algo doloroso a unos vecinos; murió la madre de una chiquilla de catorce años, la que, mientras su padre trabajaba en el campo, pasaba los días deambulando por las calles expuesta a todo tipo de peligros; unas mujeres de la calle le invitaron a que se uniera a ellas y llevara su misma vida; dada su belleza y juventud, tendría mucho éxito entre los hombres de costumbres relajadas e infieles maridos.
Mi madre no se lo pensó; pidió al padre viudo de la chica que se la entregara; la cuidaría en todo lo que necesitara como si de otra hija se tratara.
Y así fue; siempre la hemos querido como a una hermana más.
Nuestra madre murió muy pronto y yo, que era la mayor tuve que hacerme cargo de todos, mis hermanas y hermano, cinco en total.
En esos años de posguerra, nos vimos sometidos a una realidad lastimosa con la única salida de ponernos a servir en las casas de personas pudientes para limpiar, fregar, hacer mandados y otras acciones domésticas como hacer de comer o atender a personas mayores, inválidas y enfermas.
Era un pueblo muy rico, debido a la abundancia de minas de plomo que, si suponían un peligro generalizado de silicosis para los trabajadores, eran una fuente de riqueza de la que todos disfrutábamos.
De la noche a la mañana, los empresarios de las minas, inglesas en su mayoría, debido a presiones del gobierno o a la disminución de mineral, se marcharon, dejándonos sumidos en la más absoluta decadencia general.
Las familias pudientes ya no necesitaban personal de servicios.
Cargamos nuestros cuatro pobres muebles y nos trasladamos al amparo y sombra de la capital para hacer lo que tantos otros: aprovechar las migajas de comida que se caen de la mesa de los pueden permitirse el lujo de comer sobre una mesa sin depender de las migajas.
Ya se que mi vida es insignificante y pobre, pero voy a morir con la satisfacción de haberla dedicado totalmente a los demás; no he tenido la oportunidad de casarme y tener hijos, pero Dios me ha dado hermanos a los que crié como una madre y unos nietos que me siguen llamando yaya y me hacen sentir la experiencia de cuarenta años de “abuela.”
Mi pobreza de por vida me ha proporcionado los suficientes mendrugos para sobrevivir en generosidad y la alegría de compartir todo y siempre con los que me rodean.”

Testimonios como este me llegan cada día de diversos países y personas.
Ya sabemos que la capacidad de solucionar la crisis y los problemas que aquejan a los ciudadanos de este mundo, no están al alcance de nuestros poderes públicos e ilusos gobernantes, más interesado en enriquecerse mientras gobiernan que en dar de comer a los muchos hambrientos ni trabajo a los que desean trabajar."

Esta es la razón  de potenciar los IMPULSOS de las NUEVAS GENERACIONES sensibles y solidarias con este fenómeno mundial de pobreza y orfandad.

Vosotros, los grandes de corazón, estáis llamados a colaborar con vuestro amor sincero y desinteresado ejercido en silencio de tantos necesitados anónimos....

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