He montado el borrico de mis defectos;
he viajado por las mil veredas de este mundo;
he contemplado muchos ojos caídos
por el hambre, la sed y la miseria,
en la que arrastran sus cuerpos nuestr@s
herman@s
de raza y de pobreza.
Rompí más de una puerta y mis nudillos;
pero todos dormían,
embriagados de dinero y de abundancia,
y no oyeron mis gritos
reclamando
¡pan, ¡agua, ¡una manta, ¡unos zapatos, ¡una
luz!!!!!
Marché, “indignado” y pesaroso
tras las huellas de una madre embarazada
con dolores de parto y mucho frío,
que esperaba a su esposo:
“no, mi amor, nadie su casa quiere abrirnos;
tendremos que refugiarnos
en el corral de los ganados;
quizás los pastores serán más comprensivos.”
Les seguí a hurtadillas,
con el sigilo de un pobre
de esta Tierra de egoístas;
de Reyes, Gobernantes y Magnates,
que disfrutan sin compasión por sus pupilos,
tan empobrecidos,
que ya no tienen fuerzas
ni para quejarse;
como nosotros,
humildes pastorcillos.
Me coloqué a su lado humildemente;
mi corazón daba saltos de alegría,
por el gozo de un niño
recién nacido,
de su padre José,
que alegre repartía
leche caliente del ganado,
pan y queso, regalo de pastores
que, como todos los pobres,
son de nacimiento generosos.
Todos juntos cantamos
las glorias de María
que, al lado del pesebre de Belén,
oraba y sonreía
a todos los presentes.
Yo, satisfice mi apetito
y os recordé gozoso;
lloraba y me reía
sabiendo que frente al abuso y a la guerra,
hay millones de “Belenes” y de gentes
a los que un Niño colma de alegría
si humildes le reclaman
luz, alimento, amor
y paz para la Tierra.
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