en
que el mismo Dios parece
haberse
“echado un ratito”,
agotado
por los gritos
de
los seres enfermizos,
de
millones de hospitales,
de
sanatorios y asilos.
En las fibras intangibles
de
mi alma espiritual
seguía
doliendo la herida
de
aquellos ojos perdidos,
del
estómago vacío,
las
lágrimas ya resecas
sobre
la cara inocente,
y
los moscos en los labios
de
aquella “hija de la calle.”
Al
lado está el Parlamento
del
Gobierno y sus ministros,
la
pradera se ha llenado
de
tiendas atiborradas
de
bebés abandonados,
de
“drogatas”, pordioseros,
vividores
por decreto,
de
avenidas en sus cruces,
entre
juegos malabares
y
bocanadas de fuego;
de
putas de esquina y media,
de
rincones y portales,
enfermas
de escaparate,
y
viejitos moribundos
sin
la compasión de nadie.
.......
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