La
cápsula se paró
cuando
hubo llegado a mí;
cuatro
seres gigantescos,
tres
del sexo masculino
y
una hermosa mujer;
me
indicaron que subiera,
y
me subieron por fin,
por
pequeño no podía
hasta
su interior subir;
como
a un gracioso peluche
delante
me colocaron,
y
la cápsula partió
por
donde había llegado,
sin
hablar ni una palabra
me
dijeron con la mente:
“cien
sabios te esperan hoy
y
cien respuestas serán
las
que tu, hombre terrestre,
a
sus preguntas darás”.
Yo
acepté sólo pensando,
ya
que ignoraba el idioma
de
aquellos seres tan raros.
En
muy escasos segundos
me
encontraba entre los cien,
ángeles,
sabios o reyes,
en
un círculo de honor;
paz,
serenidad y bien,
nunca
me sentí mejor.
Sin
mediar palabra humana
iniciaron
las preguntas
cuyas
respuestas yo daba
sólo
con el pensamiento,
sinceridad
exigida,
de
cuánto yo recordaba.
.......
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