Aquella
caverna inmensa
¿era
un trocito de Cielo?
¿era
un palacio de lujo?
¿era
un rincón del infierno?
¿era
el vientre de mi madre?
¿era
el nido de la Ciencia?
Pregunté
a la Cruz del Sur
entre
sollozos callados
y
el amor que me invadía;
“es el trono donde posa
la
Eterna Sabiduría”
Fue
la respuesta a mí dada.
El
diálogo misterioso
entre
los sabios y yo
¿duró
sesenta minutos
o
quizás cientos de horas?
pues
el concepto del tiempo,
el
largo interrogatorio
y
el contenido concreto
de
mis respuestas humanas
se
esfumaron con los sabios
como
el humo y mis recuerdos,
pensamientos
de mi mente
y
aspiraciones del alma.
Amigos,
no sintáis pena,
¡que
ya para eso estoy yo!;
si
algún producto causó
el
olvido en mi memoria,
lo
lamento más que nadie;
en
ello me va la vida.
Los
efectos pasarán,
yo
volveré a recordar
las
cien preguntas de sabios
y
las cien respuestas dadas
por
mi ignorancia y pobreza,
ya
que son valores nobles,
ni
envidiadas ni robadas.
Y
¡ellas ... son mi riqueza!
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