miércoles, 8 de agosto de 2012

SUEÑOS INSÓLITOS, 16, 2

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    Yo, un ángel desalado,
con el corazón saliendo
por los ojos embotados,
de tanto llorar por dentro;
y con las manos vacías
inválidas, suplicantes,
sin poder multiplicar
los pececillos y panes
de mi cesta medio llena;
mendrugos enmohecidos
que amenazaba romperse.
    Tristeza, desolación,
solitario, empobrecido,
apóstol venido a menos,
¡queriendo hacer un milagro!
ante millones de hambrientos.
    Herido por los rasguños
de tanto dolor ajeno,
quedé dormido en la acera
 del perro “garrapatero”,
de los “hijos de la calle”,
de mis hermanos de México.

Cuando desperté en el alba
una niña sucia y pura,
como el suelo de sus calles,
como la nieve en su altura,
se me acercó bondadosa,
sin altivez ni lisura,
y me tendió un panecillo
sabiendo a miel y a maná:
 .......

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