domingo, 26 de junio de 2016

Diálogos en el Vaticano, 47-48 . AQC. 929-30


24-26/VI/2016

Diálogos en el Vaticano, 47-48 . AQC. 929-30
A las 10 de la mañana del día siguiente, me presenté
en á Sede de la Congregación de la Fe, pero allí  sólo
estaba el Presidente;  hice entrega del original y las
cuatro copias, para que todos los cuatro miembros
del Tribunal tuvieran su ejemplar; le agradó el detalle
de las cuatro copias, diciéndome que me habría gastado
demasiado; tuvo otro detalle digno de recordar:

“Padre Pedro – dijo – si necesita  una ayuda económica
dígamelo y procuraremos  alguna cantidad extra para
usted; tráigame las facturas, por favor.“

“No, Monseñor, se lo agradezco, pero actualmente soy
el Fundador, Titular y Director/Profesor de un Centro
de Educación en Madrid, lo que me permite disponer
del dinero necesario para estos y otros gastos personales;
de todas formas, me alegra ver su sensibilidad por todas
las necesidades ajenas, que es un gesto cristiano por
excelencia y que dice mucho en un  alto Clérigo del
Vaticano; gracias.”

Me indicó que la cita próxima  sería tres días más tarde,
en que continuaríamos estos diálogos oficiales, que ya
habíamos iniciado; ellos tendrían tiempo de echar un
vistazo a la Tesis Doctoral.

Se lo conté todo al Padre José Ma. Carda; le invité a que
Me acompañara a realizar algunas rutas turísticas de la
Ciudad de Roma y sus alrededores; me dijo que él ya los
conocía, ya que llevaba varios años en el Pontificio Colegio
Español de San José  de Roma.

Me programé lo mejor que pode, el tiempo para hacer las
visitas más atractivas de la ciudad y aprovechar esta gran
ocasión, tan maravillosa, como tantas otras de mi vida.

Tres días, bien aprovechados, en Roma, dan para mucho.

Día primero

Dedicado a conocer a pie la ciudad.

Dediqué el primer día a pasear simplemente por las calles
más antiguas; descubrí el encanto de poder comer alguna
pizza en casi todas las esquinas y plazuelas, con todas sus
variedades y sabor; uno puede comer  las mejores pizzas
en cualquier lugar del mundo, pero las de Roma tienen un
toque especial y saben diferentes a todas las demás.

Llama poderosamente la atención la cantidad de fuentes,
pegadas a la pared de cualquier punto ciudadano, en que
puedes beber el agua fresca y limpia que, por el deseo del
Santo Papa Pío X, están sembradas con su nombre por
toda la Ciudad; digno de una gratitud especial de todos
los viandantes, romanos y extranjeros..
…….
26/VI/2016
Diálogos en el Vaticano, 48. AQC. 930.

Ver el monumento  inmensamente sencillo, como significativo,
de la loba que amamanta a los fundadores de Roma, los niños
Rómulo y Remo, símbolos de la  maternidad animal y la vital
dependencia vital de los seres humanos tan necesitados de amor,
cualquiera  sea su origen;
   
Contemplar el tan magnífico como grandioso monumento al tan
pequeño (por su estatura)  Vitorio Emmanuelle II, que con las
fuerzas e ideas liberales logró a lo largo del siglo XIX la total
Unificación de los distintos estados del gran territorio nacional
italiano, incluido también el mismo Estado Vaticano de Pío IX.  

Dedicar, por lo menos, una hora a la Fontana de Trevi, con
monedita incluida,  la fuente más hermosa de Roma y una de
las más bellas, grandes y famosas de todo el mundo, diseñada
por Leon Battista Alberti y realizada por  el arquitecto Nicola
Salvi en los años 1732 -1762,  inaugurada bajo  el Pontificado
del Papa Clemente XII; es difícil ver, entre las obras más
más bellas del barroco,  una cosa igual por su grandeza
(26m X 20m), el agua hecha arte y la fuerte expresividad de  
colosales caballos marinos.           
  
Visitar la Embajada española, su pintoresca  Plaza y subir la
Gran escalinata hasta el templo de la Santísima Trinidad
sobre la Colina del Quirinal; es una bonita y trabajosa
experiencia que no se puede olvida jamás; dediqué la tarde a
visitar la Plaza del Pueblo    y los alrededores del Castello
de Sant Ángelo, tras atravesar el puente,  y pasear luego en
una linda y pequeña embarcación a lo largo del río Tíber, 
hasta  una parada cercana al Vaticano; cenar unos ricos
espaguetis en un restaurante popular de aquella callejuela
vecina, oyendo las altas discusiones familiares, tan alegre
y, cariñosamente, ruidosas sobre la política del momento de
futuras elecciones.

Ya cansado, finalicé el día tomando un autobús urbano que
me llevó hasta la Plaza del Quirinal donde me hospedaba
en el H. Hesperia, y dormí plácidamente hasta las diez de
la mañana del día siguiente.
…….

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