miércoles, 8 de junio de 2016

Diálogos en el Vaticano, 41. AQC. 923


Mi hermano mayor, Tomás, y mi cuñado José T. R., vinieron desde Ibi,  hasta aquí, Alcobendas, preocupados por mi, y trataron para invitarme a pensar que podía haberme equivocado por lo que debería recapacitara; por lo que  no me dejara llevar de unos momentos de pasión y enamoramiento que, en muchos casos, suele ser pasajero y ya no hay remedio, cuando las cosas se han hecho mal y a la ligera.

Yo les agradecí su gesto e interés, de sinceridad y su amor fraterno, al haberse desplazado sólo con la intención de ayudarme en estos momentos, tan delicados, sin duda,  de mi vida ;  les expliqué de todas las formas posibles:

-       que mi caso no era ese; yo deseaba vivir según el carisma recibido; 
       
-       que llevaba  muchos años estudiando el tema;
-       que no era tanto mi problema, sino el de muchos miles de Sacerdotes de todo el mundo, sobre viviendo al Celibato de mala manera;
                  
-       que yo NO ESTABA en contra de esta Ley, sino que opino y defiendo, dentro de los límites de la investigación histórica, bíblica, patrística, teológica y moral, que SU ELECCIÓN Y ACEPTACIÓN debiera ser espontánea y libre,  para vivirla con alegría, y no como el que lleva una carga para la que no ha sido llamado;

       - que el Sacramento del Matrimonio es un estado humano y cristiano de extraordinaria santidad, creado y bendecido por Dios desde el principio de la Humanidad;

-       que, originariamente, no había sido así; Jesucristo había elegido a los primeros apóstoles y los santos padres como Casados y Célibes.
  
Les di todas las razones humanas y teológicas que me llevaban a ser yo mismo; era consecuente y congruente con mis ideas dentro de la sumisión y total fidelidad a la doctrina antigua y moderna de la Iglesia, sobre lo que entiendo debería ser la realidad del Sacerdote secular diocesano.

Al fin, ellos  comprendieron que yo no estaba traicionando a nadie, que ese era mi camino y mi vocación personal, que merecía la pena el esfuerzo y empeño por intentar cambiar hoy, mañana o pasado el curso de la historia en la vida de todos aquellos Sacerdotes católicos que, sin dejar de serlo, quieran vivirlo desde la realidad y fidelidad del Matrimonio.

Parece que en este sentido todo el mundo está de acuerdo en aceptar la verdad indiscutible de la verdadera historia del Sacerdocio católico, secular o religioso, con votos unos, sin votos otros, según, insisto siempre, y de acuerdo con la originalidad misma que Jesucristo proclamó y practicó al elegir a sus primeros colaboradores.

Sin duda, la fidelidad a la Doctrina de la Iglesia es asumida por mii en su totalidad, de forma que es ella, la Iglesia, la que tiene la última palabra, que yo acepto, sin más, con libertad y alegría; por eso acudo a ella para solicitar la Dispensa de una determinada norma/ley, dispuesto a obedecer sus decisiones.
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