lunes, 6 de junio de 2016

Diálogos en el Vaticano, 40. AQC. 922





Llamé la atención sobre la falta de respeto de la última intervención;  ; hubo muchos aplausos y comentarios entre ellos; un grupo de matrimonios vino conmigo hasta la sede de la Conferencia Episcopal Española; con gran entusiasmo y gran  confianza cristiana solicitaron a Monseñor Don Antonio Dorado Soto que se hicieran las cosas de tal manera que yo pudiera seguir ejerciendo el Sacerdocio con absoluta normalidad; fue algo digno de ver y vivir.

Ante el Obispo y ante ellos dejé muy claro que de momento pasaría un tiempo para solucionar todo lo concerniente a la Dispensa.

Seguimos trabajando como siempre; tanto Isabel Segura Pérez como yo manteníamos nuestro buen comportamiento humano y cristiano; así y todo, hubo cosas que, entre tanto que no llegase de Roma el de Dispensa, yo dejé, por respeto a mis compañeros y fieles cristianos de nuestro entorno, dejé de celebrar los Sacramentos y celebrar la Santa Misa en la Parroquia de San Lesmes Abad, de Alcobendas.

Tanto los hermanos Sacerdotes Don Jesús y José Antonio García Camón, como todos los demás Sacerdotes que colaboraban en estas Parroquias de la zona, se portaron conmigo mejor de lo que yo  esperaba; su comprensión, la colaboración y trato espiritual fueron inmejorables; eso dejó en mí huellas de fraternidad eclesial que hoy, después de 39 años siguen vivas y presentes en mi memoria y gratitud sincera.

Es algo curioso y digno de constatarlo en estas memorias autobiográficas; jamás hubo ni he encontrado a persona alguna en mi entorno que me haya reprochado ni mis ideas ni mi toma de posición humana, moral cristiana, sacerdotal y matrimonial; nunca yo falté al respeto a la forma de pensar y actuar de los demás; quizás a mis espaldas alguien haya hablado pestes de mi persona, pero he de pensar que cada uno tiene todo el derecho de opinar libremente según su visión de las cosas.

Las relaciones laborales, sociales, morales y religiosas siguieron siendo las mismas de siempre.
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