Cualquier
imagen, con la sencillez de un simple dibujo
publicitario,
presentada por una Agncia de Turismo,
alberga en si todo el embrujo y misterio de un rincón del
mundo que habitamos, llamado planeta Tierra, que enamora
a tofo aquel que lo visite con la mente abierta a ese cúmulo
de mensajes reales y sublimínares escritos en piedra, en el
cielo y en el mar, resultando ser en su conjunto como una
carta evidente de navegación espacial dejada a propósito
por los gigantes que en un momento dado visitaron nuestro
hogar cósmico,
de los cuales tenemos universal
y muy
sobrado testimonio para pensar que ya no depende de ellos,
sino de nosotros.
Es cierto que para la mayoría de los mortales esto restos
del
pasad, ya no valen, no cuentan; puede que sea cierto para
otros monumentos pétreos, de los que tenemos muchos
más conocimientos históricos, pues hablamos de razas o
más conocimientos históricos, pues hablamos de razas o
personajes, cuya sangre aún corre por las arterias de sus
descendientes entre nosotros.
Cuando hablamos de esos gigantones, sólo podemos decir y
asegurar que existieron y ya tienen un lugar vivo en
nuestros
corazones y que les queremos como si fueran de nuestra
familia; no podemos olvidarnos de llos y de lo que ellos ya
significan en nuestras vidas; deseamos que se investigue más
de lo que se está haciendo; no se debe obligar a olvidarnos.
Nadie debe pedirnos tal cosa.
significan en nuestras vidas; deseamos que se investigue más
de lo que se está haciendo; no se debe obligar a olvidarnos.
Nadie debe pedirnos tal cosa.
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