De pronto descubres un grupo de
moáis mirando, orando, adorando quizás al Maúnga Terevaka.
Petrificados quedamos también
nosotros ante él:
Eres un dragón dormido
sobre las aguas pacíficas;
eres la quijada suelta
de un cocodrilo gigante,
el que habita en tus entrañas
defendiendo tu grandeza,
de traiciones y patrañas,
de los ladrones de estrellas;
fuerte por naturaleza,
guardián de honor y belleza,
contra quien nadie ha podido
dar las claves científicas
ni hallar tu puerta secreta.
Fue mi amigo el pescador,
son los niños de HángaRoa,
será el joven soñador:
descubridores de enigmas
que hablan desde el corazón;
que empujan en mi canoa
sobre las aguas benignas
de mi lago en Tere Vaka;
nos ve esa inmensa Cruz,
la que vigila las rutas
de todos los océanos:
Este, Oeste, Norte y Sur.
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