ENCUENTRO con Paulo VI
“Dormí hasta las doce del medio día y,
después de darme una reparadora ducha, fui a tomar un desayuno/comida en un
restaurante de la Plaza del Quirinal; por la tarde visité los bosques y
jardines del Palacio presidencial durante las dos horas que lo dejaban abierto
al público; merece la pena pasear bajo los pinos centenarios y sus abundantes
praderas, viendo flores y fuentes por todas partes.
Por la tarde/noche tomé una cena más
ligera y me acosté para estar a gusto en la Misa Papal y Cardenalicia del
Domingo, 24/05/76.
¡Era mi día soñado!
Cada uno podemos hacer una larga lista de días concretos en que el transcurso normal de
nuestra existencia han significado algo grande para nuestra vida, algo que
marca hitos de felicidad, buena suerte, meta lograda o inicio de una nueva
etapa; también nuestra vida está marcada de días aciagos, en que todo sale mal,
una desgracia, la pérdida de alguien o algo muy válido y querido en nuestro
cotidiano vivir.
No pude permanecer en cama a partir de
las siete de la mañana; me levanté con prontitud, me duché y vestí con traje
clerical, tomé mi cámara de fotos y mi
tiquet de Entrada, la “Biblia de Jerusalén”, editada en 1966 por Nácar-Colunga
y el libro de participación en la Misa con
la Ceremonia de la entrega del Birrete a los nuevos Cardenales.”
Paulo VI pronunció un
bello discurso de enhorabuena a los Cardenales y para todos los asistentes, en
que recuerdo haber captado la idea clave de su alocución, que resumo así:
“Amados hijos:
Es imprescindible que permanezcamos
siempre todos muy unidos entre nosotros con Jesucristo. Él es nuestro signo de garantía
y autenticidad, como verdaderos hijos de
nuestra santa madre la iglesia católica, con la ayuda de María Virgen, del
Padre y del Espíritu santo.
Somos una gran familia unida; tratad de
llevar con vosotros este mensaje de amor y de paz a todo el mundo”.
Tras el Discurso cada uno de los
Cardenales con su familia se acercaron a saludar al Papa; yo me uní como una
lapa a mis “ya amigos de Uganda”, que no dudaron en acogerme con inmenso
cariño, y pude saludar, besando su Anillo, a Paulo VI, que me pareció
reconocerme por el gesto de mi grito.
Volví luego a mi sitio y seguí
esperando hasta el final; cuando el Papa se dirigía otra vez a la salida, yo
preparé mi cámara, y, cuando estaba cerca de mi, le saqué una fotografía que
conservo como oro de paño,
Guardé en el bolsillo la cámara y me
coloqué delante de la Silla Papal:
“Santo Padre, lea, por
favor, este mensaje, (le entregué la
tarjeta personal y el Papa tomó mi tarjeta y la metió en la manga izquierda de
su sotana), tomó a continuación el bolígrafo que yo le tenía preparado y
estampó su firma sobre el reverso de la tarjeta/tíquet que yo tenía
apoyada sobre la Biblia, y firmó debajo
de mis deseos con las TRES sencillas, contundente significativas y mágicas
palabras, quedando así el documento:
………………………
“Santo Padre, deseo:
1º- La Dispensa del Celibato, Nº 557/76
del protocolo vaticano.
2º- Celebrar Misa en la Tumba de San
Pedro.
GRACIAS, SANTIDAD, PAULO VI”
“CONCEDIDO. EL PAPA.”
……………………..”
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