miércoles, 10 de febrero de 2016

Diálogos en el Vaticano.2.-AQC.887.


ENCUENTRO  con Paulo VI

“Dormí hasta las doce del medio día y, después de darme una reparadora ducha, fui a tomar un desayuno/comida en un restaurante de la Plaza del Quirinal; por la tarde visité los bosques y jardines del Palacio presidencial durante las dos horas que lo dejaban abierto al público; merece la pena pasear bajo los pinos centenarios y sus abundantes praderas, viendo flores y fuentes por todas partes.

Por la tarde/noche tomé una cena más ligera y me acosté para estar a gusto en la Misa Papal y Cardenalicia del Domingo, 24/05/76.

¡Era mi día soñado!

Cada uno  podemos hacer una larga lista de días  concretos en que el transcurso normal de nuestra existencia han significado algo grande para nuestra vida, algo que marca hitos de felicidad, buena suerte, meta lograda o inicio de una nueva etapa; también nuestra vida está marcada de días aciagos, en que todo sale mal, una desgracia, la pérdida de alguien o algo muy válido y querido en nuestro cotidiano vivir.

No pude permanecer en cama a partir de las siete de la mañana; me levanté con prontitud, me duché y vestí con traje clerical, tomé mi cámara de fotos  y mi tiquet de Entrada, la “Biblia de Jerusalén”, editada en 1966 por Nácar-Colunga y el libro de participación en la Misa con  la Ceremonia de la entrega del Birrete a los nuevos Cardenales.”

Paulo VI pronunció un bello discurso de enhorabuena a los Cardenales y para todos los asistentes, en que recuerdo haber captado la idea clave de su alocución, que resumo así:

“Amados hijos:
Es imprescindible que permanezcamos siempre   todos  muy unidos entre nosotros  con Jesucristo. Él es nuestro signo de garantía y autenticidad,  como verdaderos hijos de nuestra santa madre la iglesia católica, con la ayuda de María Virgen, del Padre y del Espíritu santo.

Somos una gran familia unida; tratad de llevar con vosotros este mensaje de amor y de paz a todo el mundo”.

Tras el Discurso cada uno de los Cardenales con su familia se acercaron a saludar al Papa; yo me uní como una lapa a mis “ya amigos de Uganda”, que no dudaron en acogerme con inmenso cariño, y pude saludar, besando su Anillo, a Paulo VI, que me pareció reconocerme por el gesto de mi grito.

Volví luego a mi sitio y seguí esperando hasta el final; cuando el Papa se dirigía otra vez a la salida, yo preparé mi cámara, y, cuando estaba cerca de mi, le saqué una fotografía que conservo como oro de paño,

Guardé en el bolsillo la cámara y me coloqué delante de la Silla Papal:

“Santo Padre, lea, por favor, este mensaje,  (le entregué la tarjeta personal y el Papa tomó mi tarjeta y la metió en la manga izquierda de su sotana), tomó a continuación el bolígrafo que yo le tenía preparado y estampó su firma sobre el reverso de la tarjeta/tíquet que yo tenía apoyada  sobre la Biblia, y firmó debajo de mis deseos con las TRES sencillas, contundente significativas y mágicas palabras, quedando así el documento:
………………………
“Santo Padre, deseo:
1º- La Dispensa del Celibato, Nº 557/76 del protocolo vaticano.
2º- Celebrar Misa en la Tumba de San Pedro.                 

GRACIAS, SANTIDAD, PAULO VI”  
           
       “CONCEDIDO. EL PAPA.”     
 ……………………..”

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