Reportaje de nuestro viaje a Matián:
Salimos de Madrid, a las 4,35 horas de la madrugada del sábado,
día 15/VI/13, , mi esposa Isabel, nuestro
hijo mayor, Pedro Tomás, como esperto conductor, y yo, como “almohada “
de mi esposa, y, haciendo de copiloto para amenizar el viaje.
“San Rafael, llévanos y traenos, como tu sabes
hacer”
- oración habitual durante toda mi vida.
La descripción de un rápido y largo viaje tiene
ya muchos matices por sí mismo.
Iniciamos el viaje bajo la luminosidad
impresionante de Madrid, la
Capital del Reino; luego, la simple oscuridad de la noche nos cobija al cruzar
la llana planocie cervantina de la Mancha.
Pueblos oliendo a queso, aceite virgen, pan de
trigo candeal y vino esquesito.
Cruzamos con el corazón en un puño, no ya por
miedo a los salteadores de caminos de antaño en el paraje incomparable de
Despeñaperros, sino al raudo vuelo gigantesco que cruza sus modernos puentes y
túneles de hoy.
Nuestra meta está en Matián, y esto suaviza
nuestro escalofrío ante la segura presncia de las alimañas y las aves nocturnas de los rincones negros y
sombrios de sus barranos y laderas.
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