El Obispo, Antonio Dorado
Soto,. me comprendió tanto, que tuvo una confidencia digna de ser recordada:
“Te estás jugando todo tu Sacerdocio, por
defender algo que desde mi punto de vista es totalmente razonable y verídico;
las cosas debieran haberse hecho así desde siempre; pero la pura realidad es
otra muy distinta; te explico:
Si yo pudiera hacer realidad
en esta mi Diócesis de Guadix, daría
autorización a la mayoría de los Sacerdotes Casados, y sería mucho mejor para
todos, pero enseguida me llamarían de Roma y me retirarían como Obispo.”
Yo, entonces, le conté una
dolorosa anécdota, que había conocido:
Un Obispo dijo, en plana
reunión de Sacerdotes de su diócesis:
“No os exijo que seáis
castos; pero si, que seáis cautos”;
“No temo a los curas
puteros; pero siento terror a los que dan motivos de escándalos”.
Aunque no venga al caso, es
muy cierto que a lo largo de la historia de la Iglesia, se ha ocultado mucha
basura bajo las alfombras de un secretismo clerical que, a parte de ser
culpable, desprestigia, más que ninguna otra cosa, la propia Ley del Celibato.
Todo cambió a partir
del Concilio Vaticano II, en que el Papa, hoy San Juan XXIII, ya introdujo el
tema del Celibato en el temario general, satisfaciendo la respuesta recibida de
todo el mundo a una simple estadística hecha en la preparación del Concilio;
todos sabemos que dicho tema fue luego retirado del Aula Conciliar, por la
presión ejercida de un amplio sector de los, entonces. Padres conciliares, al lanzar una amenaza de separación eclesial si tal tema no
se eliminaba; el ya también beatificado
Paulo VI, que fue el continuador, hasta la conclusión misma del
referido Concilio, concedió muchas
Dispensas, sin titubear, y patrocinó el
suave documento sobre el Sacerdocio, en el que se llega a admitir que ”el
celibato ya no es requisito indispensable para el acceso al Presbiterado”.
¡…ver texto conciliar
sobre el Sacerdocio ...!
…….
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