lunes, 16 de mayo de 2016

Diálogos en el Vaticano,36. AQC. 918


El Obispo, Antonio Dorado Soto,. me comprendió tanto, que tuvo una confidencia digna de ser recordada:

 “Te estás jugando todo tu Sacerdocio, por defender algo que desde mi punto de vista es totalmente razonable y verídico; las cosas debieran haberse hecho así desde siempre; pero la pura realidad es otra muy distinta; te explico:

Si yo pudiera hacer realidad en esta  mi Diócesis de Guadix, daría autorización a la mayoría de los Sacerdotes Casados, y sería mucho mejor para todos, pero enseguida me llamarían de Roma y me retirarían como Obispo.”

Yo, entonces, le conté una dolorosa anécdota, que había conocido:

Un Obispo dijo, en plana reunión de Sacerdotes de su diócesis:

“No os exijo que seáis castos; pero si, que seáis cautos”;

“No temo a los curas puteros; pero siento terror a los que dan motivos de escándalos”.

Aunque no venga al caso, es muy cierto que a lo largo de la historia de la Iglesia, se ha ocultado mucha basura bajo las alfombras de un secretismo clerical que, a parte de ser culpable, desprestigia, más que ninguna otra cosa, la propia Ley del Celibato.

Todo cambió a partir del Concilio Vaticano II, en que el Papa, hoy San Juan XXIII, ya introdujo el tema del Celibato en el temario general, satisfaciendo la respuesta recibida de todo el mundo a una simple estadística hecha en la preparación del Concilio; todos sabemos que dicho tema fue luego retirado del Aula Conciliar, por la presión ejercida de un amplio sector de los, entonces.  Padres conciliares, al lanzar una  amenaza de separación eclesial si tal tema no se eliminaba; el ya también beatificado  Paulo VI, que fue el continuador, hasta la conclusión misma del referido  Concilio, concedió muchas Dispensas, sin titubear, y patrocinó  el suave documento sobre el Sacerdocio, en el que se llega a admitir que ”el celibato ya no es requisito indispensable para el acceso al Presbiterado”.

¡…ver texto conciliar sobre el Sacerdocio ...!
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