sábado, 14 de mayo de 2016

Diálogos en el Vaticano,35. AQC. 917


Una vez aprobados todos los cursos y el proceso de investigación de la Tesis Doctoral, formulo el texto de la Solicitud de Dispensa, y la entregué al Obispo de Guadix, Don Antonio Dorado Soto, en agosto  de 1975.

El texto de la Solicitud era totalmente original, ya que ni conocía entonces, ni conozco ninguna otra Solicitud, ni proceso de Dispensa de la Ley del Celibato.

A final de octubre de ese mismo año, el Obispo me comunica que la respuesta dada por la Santa Sede ha sido negativa, con la advertencia de que se me puede declarar hereje por haber solicitado también,

 “seguir ejerciendo el Sacerdocio desde el Matrimonio, según la doctrina y la práctica aplicada por el propio Jesucristo en el  Evangelio.”

Para mi, admitiendo lo arriesgado de dicha afirmación, estaba seguro de mi ortodoxia teológica, frente a una Ley de Celibato que carece de valor revelado, y es sólo una norma de disciplina eclesiástica positiva, pero no dogmatica.

En marzo de 1976, hablé de nuevo con Antonio, con el fin de que me autorizara a viajar al Vaticano para explicar la ortodoxia de mi pensamiento teológico.

El Obispo me advirtió de la inutilidad de este viaje:

-       “no merecía la pena dar explicaciones a la alta jerarquía de la Iglesia”;
-       “no me iban a prestar atención”;
-        “no iba a obtener la Dispensa solicitada”;
-        “me cerrarían la posibilidad de solicitarla de nuevo”;
-        “sería mejor plantearlo de forma diferente”.

Le insistí en que si yo no hacía valer esta idea de integración entre Matrimonio y Sacerdocio se rompía el poco y el  gran valor teológico para la Iglesia, no sólo de la Tesis Doctoral, sino también de mi dedicación  a su estudio y de mi propia vida.
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