Preámbulo:
Deseo que los lectores
de estos Diálogos, adviertan el carácter teológico de todo el procedimiento, y
que, aunque no hayan estudiado teología, sí pueden entender la necesidad de
todo creyente en un Creador, que es esencialmente Amor; que esa Fe en Él,
obliga al creyente auténtico t sincero a ser consecuente y demostrar su Fe con
el testimonio de sus obras de cada instante, ya que “la Fe sin obras está
muerta”.
Todo el proceso está
dentro de esta idea: “VIVIR EL EVANGELIO”.
Este afán de vida es
la consecuencia de todo cuanto he pensado, dicho y hecho, y así será, mientras
viva; “SER O NO SER; esa es la cuestión.”
VIAJE A ROMA, desde el
principio.
A finales de
octubre/1975, en una conversación con Mons. Antonio Dorado Soto, Obispo
entonces de mi Diócesis de origen, Guadix, me informó de que Roma había
respondido negando mi Dispensa de Celibato, porque observaban en el texto de la
Solicitud, indicios de una postura
teológica contraria a la Doctrina actual de la Fe, mantenida por la Santa
Sede en el Vaticano.
El dato era bien
sencillo; yo había solicitado seguir ejerciendo el sacerdocio desde mi futura
nueva vida siendo ya Sacerdote casado, pues según la Tradición, desde
Jesucristo mismo hasta entrado el Siglo IV, los Obispos, Sacerdotes y Diáconos,
incluso Papas, empezando por Pedro, el Pescador de Galilea, eran casados; y la Ley fue aplicada a toda la Iglesia
universal por el II Concilio de Letrán,
en el 1139; esto puso en guardia a los
clérigos de la Sagrada Congregación del Clero y remitieron el tema de mi Solicitud
a la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe, por si se encontraba algún
contenido heterodoxo, o algo parecido.
El tema de las
dispensas era entonces algo raro y nuevo en la Iglesia Católica, si bien a raíz
del Concilio Vaticano II, con el que se abrieron
expectativas de reformas profundas, de actualización entre las que estaba
presente el tema del Celibato Obligatorio de los Sacerdotes Diocesanos
Seculares.
Para mi no era algo
nuevo; ante los compañeros, Profesores, Superiores, Rectores y el propio
Obispo, yo planteaba la necesidad de
volver a los orígenes, ya desde el Seminario Menor.
Incluso cuando propuse
llevar a cabo una tesis Doctoral en la Facultad de Teología de la Universidad
Católica de Santiago de Chile, en 1963, se causó un revuelo de “no
recomendable”.
Entendí que Dios me
llamaba a seguir un duro camino por recorrer, contra viento y marea, y luchar
con la esperanza de que la Iglesia recuperara su vocación inicial de ofrecer el
Sacerdocio a hombres solteros y casados, a imitación de Jesucristo; lo que me ha
llevado a consagrar toda mi vida a defender esta posibilidad.
Estoy convencido de
que ese día no está tan lejano; y no lo espero para mi, sino para el bien de la
Iglesia y de las almas, porque Jesuristo así lo quiso.
…….
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