Estos, y no otros,
fueron los motivos personales de no aceptar jamás cargos episcopales que me
ofrecieron a lo largo de mi vida, en Chile, en Perú y en España.
En aquellos días y en mis circunstancias, independientemente de
cualquier otro planteamiento, yo había comentado a otros, por primera vez en mi
vida, mis intenciones de investigar, razonar, escribir y dar a la Iglesia una
Tesis Doctoral sobre la necesidad de revisar, razonar y actualizar aquella “Ley del Celibato”, en cuanto ella se refiere
a los curas de almas como Sacerdotes Seculares Diocesanos.
Ante la sumisión,
mezclada con la falta de observancia que siempre ha estado y ha
acompañado a dicha
Ley, mi rotunda afirmación de que la Ley del celibato no es de origen divino ni
tiene valor dogmático alguno.
Dejé claro, desde el
principio, y siempre, que no estoy en contra de la práctica de la virginidad y
celibato, vividos de forma íntegra, que tantos santos y santas han vivido de
forma heroica con votos o sin ellos.
Estaba, y estoy en
contra de la coexistencia de unos Votos y unas
Leyes sobre la Pobreza, la
Castidad y la Obediencia, que son mancillados por las mentiras, ante Dios, ante
los demás hermanos y ante si mismos, a que siempre acompaña el abuso del
dinero, del sexo y la incomprensión, dejando un reguero de lágrimas y
sufrimientos de gentes inocentes.
La idea causó un
cierto estupor en el Profesorado y en los Alumnos, mis compañeros de Teología;
oí algunos comentarios, afirmativos y negativos.
Les gustaba la idea,
pero las posibilidades de que esta se implantara en la Iglesia Católica Romana,
la veían lejana y casi imposible; aún reconociendo la necesidad del cambio.
…….
Date una vuelta por
esa otra realidad que cura el espíritu:
…….
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