Me estoy refiriendo al Pontífice con el nombre de Benedicto XVI,
actualmente Emérito que, con toda su autoridad teológica y apoyo
universal, el 9 de febrero de 1970 escribió, firmó, cuestionó e invitó a una
reforma profunda de la discutida Ley del Celibato de los Sacerdotes Seculares
Diocesanos, como ya hemos comentado, hasta convertir su práctica en la libre
opción que había tenido desde la
infancia y madurez histórica de la
Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, que es nuestra Madre en la
Fe, que nos bautizó, confirmó, formó nuestro espíritu cristiano y nos otorgó el
Don sagrado del Sacerdocio, sin exigirnos el Voto de Castidad perfecta, exigida
al Clero Regular que vive en comunidad conventual; nosotros sólo tenemos firmada
y comprometida una promesa dispensable,
por lo que queda abierta siempre la posibilidad de, una vez conseguida la
Licencia de tal promesa, podamos ser también admitidos en el legítimo Santo
Matrimonio Cristiano y Canónico, que, siguiendo la antigua práctica instituida por el mismísimo Jesucristo Señor
y Cabeza de todos los que formamos su Cuerpo Místico.
El hecho que seis años después, un
humilde Sacerdote, solicitara “en tono menor” ser dispensado de la Promesa del
Celibato y seguir ejerciendo el Sacerdocio, aún siendo Casado, debió sonarle a
a gloria el hecho de que alguien tuviera sus mismos sentimientos, razones y
deseos.
Hoy, uno se pregunta qué ha llevado al teólogo Ratzinger y luego Papa,
Benedicto xvI, a tanto silencio sobre
este tema que desde su situación de Sacerdote y teólogo Asesor de la Sagrada
Congregación de la Fe, tanto le
preocupaba en los años setenta, en vez de convocar una consulta universal para
que se produzca una estadística en que todos los Cardenales, Obispos, Sacerdotes, Teólogos y Fieles de todo el
mundo corroboren de una vez la existencia, el contenido y la aplicación
de manera ¿OBLIGATORIA? u ¿OPCIONAL? DE DICHA LEY.
Joseph Ratzinger, ya Papa Emérito, nos obliga a preguntarnos:
¿Habrá dimitido por motivos de conciencia?
¿Por qué la “super poderosa Curia
Romana” no le ha permitido poner en práctica sus proyectos de actualización de
la discutible Ley del celibato, aparte de otros?
¿Acaso los veteranos curiales del
Vaticano II le han planteado como hicieran anteriormente con el Papa Bueno,
amenazando con un cisma, si no deponía su intención de reflexionar sobre el
tema del Celibato de los Sacerdotes Seculares Diocesanos?
¿Si se niega esta posibilidad, de
volver a la práctica de Jesús al elegir a sus Apóstoles, sin reparar en que
fueran casados o célibes, práctica habitual primitica entre los Santos Padres y
la Tradición, también se cuestiona la doctrina misma del Evangelio?
“La Ley del Celibato no es un dogma;
por eso se puede actualizar, sin que ocurra nada malo en la Comunidad Eclesial.”
El Matrimonio Sacramental también es un
estado de santidad, en que la Castidad de ser observada con fidelidad; es algo
evidente y claro a todos; los casados, según el Evangelio, invierten su
virginidad y sexualidad en la obra de la Creación.
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