domingo, 20 de marzo de 2016

Diálogos en el Vaticano,15.AQC,902


Me estoy refiriendo  al Pontífice con el nombre de Benedicto XVI, actualmente Emérito que, con toda su autoridad teológica y apoyo universal,  el 9 de febrero de 1970  escribió, firmó, cuestionó e invitó a una reforma profunda de la discutida Ley del Celibato de los Sacerdotes Seculares Diocesanos, como ya hemos comentado, hasta convertir su práctica en la libre opción que había tenido desde la  infancia y madurez histórica de la  Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, que es nuestra Madre en la Fe, que nos bautizó, confirmó, formó nuestro espíritu cristiano y nos otorgó el Don sagrado del Sacerdocio, sin exigirnos el Voto de Castidad perfecta, exigida al Clero Regular que vive en comunidad conventual; nosotros sólo tenemos firmada y comprometida una  promesa dispensable, por lo que queda abierta siempre la posibilidad de, una vez conseguida la Licencia de tal promesa, podamos ser también admitidos en el legítimo Santo Matrimonio Cristiano y Canónico, que, siguiendo la antigua práctica  instituida por el mismísimo Jesucristo Señor y Cabeza de todos los que formamos su Cuerpo Místico.

El hecho que seis años después, un humilde Sacerdote, solicitara “en tono menor” ser dispensado de la Promesa del Celibato y seguir ejerciendo el Sacerdocio, aún siendo Casado, debió sonarle a a gloria el hecho de que alguien tuviera sus mismos sentimientos, razones y deseos.

Hoy, uno se pregunta qué  ha llevado al teólogo Ratzinger y luego Papa, Benedicto xvI, a  tanto silencio sobre este tema que desde su situación de Sacerdote y teólogo Asesor de la Sagrada Congregación de la Fe, tanto  le preocupaba en los años setenta, en vez de convocar una consulta universal para que se produzca una estadística en que todos los  Cardenales, Obispos,   Sacerdotes, Teólogos y Fieles de todo el mundo corroboren  de una vez  la existencia, el contenido y la aplicación de manera  ¿OBLIGATORIA? u ¿OPCIONAL?  DE DICHA LEY.

Joseph Ratzinger,  ya Papa Emérito, nos obliga a preguntarnos:

¿Habrá dimitido por motivos de conciencia?
¿Por qué la “super poderosa Curia Romana” no le ha permitido poner en práctica sus proyectos de actualización de la discutible Ley del celibato, aparte de otros?

¿Acaso los veteranos curiales del Vaticano II le han planteado como hicieran anteriormente con el Papa Bueno, amenazando con un cisma, si no deponía su intención de reflexionar sobre el tema del Celibato de los Sacerdotes Seculares Diocesanos?

¿Si se niega esta posibilidad, de volver a la práctica de Jesús al elegir a sus Apóstoles, sin reparar en que fueran casados o célibes, práctica habitual primitica entre los Santos Padres y la Tradición, también se cuestiona la doctrina misma del Evangelio?

“La Ley del Celibato no es un dogma; por eso se puede actualizar, sin que ocurra nada malo en la Comunidad Eclesial.”

El Matrimonio Sacramental también es un estado de santidad, en que la Castidad de ser observada con fidelidad; es algo evidente y claro a todos; los casados, según el Evangelio, invierten su virginidad y sexualidad en la obra de la Creación.

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