El temblor de
una mirada,
el calor de
una sonrisa,
el silencio de
un recuerdo,
la ternura de
unos besos,
la chispa de
una caricia,
la confianza
de la amada,
el abrazo
entre la brisa,
“de tus males
no me acuerdo”
la superación
de celos,
y el recelo
sin malicia.
La locura del amor
nos hace
perder el seso;
ya no valen
los consejos,
cuando los
enamorados
mutuamente se
han querido,
se pierde toda
razón
en la cama y
en el sexo,
su mente se ha
ido tan lejos
que hasta los
padres dejados
se han quedado
en el olvido.
Olvidados los dolores
del parto que
ha de venir,
ambos se
prestan prolijos
a romper todas
las lunas
y agotar todas
las mieles,
probar todos
los sabores
de la mesa y
del vivir;
y luego
vendrán los hijos,
el trabajo y
las fortunas,
las rosas y
los claveles.
Si el amor era
veraz,
el tiempo no
lo marchita,
ni el andar
con el acaba,
ni en invierno
ni en verano,
él se quema ni
se enfría;
si la pareja
es capaz
y siempre se
necesita,
cada día se
renueva;
si el amor es
fuerte y sano,
siempre renace
y recría.
Los hijos son complemento
de los padres
con buen tino
y las hijas
son adornos
y corona de
las madres;
padre, madre,
hijas, hijos;
y con estos
elementos,
la familia y
su destino,
crece sin odio
y sobornos;
son el honor
de los padres
si del amor
son prolijos.
El amor es aceptar
con ella la
vida al día;
buenos y malos
momentos,
los alegres y
los tristes,
los dulces y
los amargos;
porque el amor
es triunfar
en flaqueza y
en hombría
de nobleza y
sentimientos;
si te desnudas
y vistes,
gozad juntos los halagos.
Bello homenaje a la familia.
ResponderEliminarMuy lindas y emocionantes palabras.